Jasmin Meyer |
Pero por un instante –sea por una música salvaje, o alguna
droga, o el acto sexual en su máxima violencia-, el ritmo lentísimo del
melancólico no sólo llega a acordarse con el del mundo externo sino que lo
sobrepasa con una desmesura increíblemente dichosa; y el yo vibra animado por
energías delirantes.
Alejandra Pizarnik, La condesa sangrienta
La exaltación de la naturaleza que sacralizó Stravinsky.
ResponderEliminarBisous.
¡es verdad! Stravinsky es la banda sonora perfecta :)
EliminarYo era melancólico.
ResponderEliminarPero me maté.
Besos.