lunes, 18 de febrero de 2013

ritmos


Jasmin Meyer




Pero por un instante –sea por una música salvaje, o alguna droga, o el acto sexual en su máxima violencia-, el ritmo lentísimo del melancólico no sólo llega a acordarse con el del mundo externo sino que lo sobrepasa con una desmesura increíblemente dichosa; y el yo vibra animado por energías delirantes.

Alejandra Pizarnik, La condesa sangrienta



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