Como si un niño levanta la tapa de la caja de los gusanos de seda y toca los capullos durmientes, hechizado por la incubación tan tibia.
Mariposas-gusano abren los ojos antes de tiempo, antes de tener párpados, condenados a una estrepitosa vida híbrida ya de un modo inevitable.
Así, los dulces instantes que en mí habitan cristalizaron de golpe, en monstruosas figuras, y mi alma cruzada no deja ni un día de equivocarse.
Todas las cerillas se han mojado con las lágrimas de alguien que vino en busca de esa resina que yo no tengo: el consuelo.
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