Lina Scheynius |
llena de nieve la mano, fui hacia ti
PAUL CELAN
el cansancio con su dedo ardiente levanta
una vez más la raída manta de la noche ofrece al buitre solar
mis despojos
acaso tengo que vivir tan ciega
con esta lámina de agua hirviendo
tras la frente y tras los párpados
el polvo de caliza me abrasa la nariz
convierte el aire en líquidos espesos
no puedo respirar los días no puedo tragar su zumo
ácido
hoy he abierto los ojos y no había horas y el cielo
era tan blanco
restos de cenizas aún flotaban en el aire
al amanecer alguien derramó sobre mi frente lejía
y me quemó la raíz del pensamiento
se borró el tapiz con las sombras las intrincadas posturas
de la noche
las súplicas la sangre solidificada
en líquenes hermosos
dónde
estuve anoche dios mío
alcanzo a recordar el hueco de un árbol negro y seco
la huida
entre toda esa gente sus rostros hinchados
me duelen sus cuerpos deshechos los oigo
dormir resoplando como fuelles
hacinados en la madrugada estrecha
en sus oscuras cajas sudando unos contra otros
me tensan sus muecas inconscientes sus gestos contraídos
sólo cuando llegó el desconocido de la mirada clara
pude respirar
él me filtraba el aire en la boca me insuflaba
la flor del oxígeno el silencio su fría
luz azul
Bendito desconocido que te salvó.
ResponderEliminarEl poema respiró también.
Besos.
Apareció en la desaparición, y eso es de por sí un milagro. Y los milagros nos terminarán salvando, sobre todo en un poema.
ResponderEliminarBesos.
A veces cuando menos esperamos a la vuelta de la esquina aparece el consuelo.
ResponderEliminarque tengas una bonita semana.
una brazo.
Tenéis razón, es un alivio que alguien levante a veces la persiana. Esa pequeña grieta que brilla al final del poema.
ResponderEliminarAbrazos a los tres :)
qué fiera!
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