miércoles, 30 de mayo de 2012

hasta doscientos hijos

Ata Kando






Vendrá sin las estrellas lácteas
y sin tiranosaurios de luz,
maroma umbilical para niños marítimos
que se ahorcaron con algas y cabellos oceánicos
huyendo en hipocampos de sueño de aquel parto, en la
columna vertical mayor,
entre jarcias y vértebras.

Pues somos una saga.
Oleaje escarlata en delito, y cimas de cianuro,
y golpes de cerezo.
Pues somos, en mi cuerpo, una saga con luna abdicante,
que recuerda colegios, mapas del mundo en otoño,
complicadísimas hidrólisis,
pero nunca marfil y mediodía.

Colegio: niña que bebía los pomelos
directamente en labios de la noche,
que juraba acostarse con el miedo en la cama de nadie,
que juraba que el miedo
la había violado hasta doscientos hijos.

Amor, la niña rusa
que comulgaba reno asado
y bebía liquen.
Amor, la niña rusa que leía a Tom Wolfe.




Blanca Andreu, De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall.

4 comentarios:

  1. Ya sé lo que voy a hacer. Maldición, ya lo sé. Voy a encender una fogata en medio de un bosque, encenderé la más abstracta de las marihuanas y con un clavo al rojo vivo me voy a tatuar este poema en la frente.

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  2. El poema en sí ya es una quemadura :)

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