domingo, 23 de agosto de 2015

piedad


Aëla Labbé



[...]
O amor que me mantiene fervorosa y azul lejos del
mundo que no controla su tintineo de mercancía
desechada por el mercader. O puta de maravillosas
orejas o alquitrán que no se retiró a tiempo
de la tierra, o palacio de la caridad. Más muerta
que viva, más viva que cuerda. Más muerta que cuerda.
Más real que tu luz inadvertida.

Y yo no sé lo que busco. Una batalla
naval. Un pez con la boca abierta. Un fardo
pesado en exceso. Una luna roja que se despluma.
Siento
que los ángeles me llaman a la piedad, a su
diestra, dulce, rota, cansada. Siento los gritos
de los ángeles que me piden la piedad, donde nadie
vela por ella ni la reconoce. Jesús que gritas. Jesús
que escribes. Jesús que maldices. La lepra, mi
úlcera de escribiente. Siento los gritos de
los ángeles que braman, siento cómo me aferra la
Piedad.
[...]


Amelia Rosselli, La libélula. Sexto Piso, 2015
Traducción de Esperanza Ortega

1 comentario:

  1. Guía de compasivas reticentes: Si se ejecuta con destreza, un buen bostezo puede pasar por un sollozo.

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