LA mujer que camina delante de su sombra.
Aquella a quien precede la luz como las aves
a las celebraciones del solsticio.
La que nada ha guardado para sí
salvo su juventud
y la piedra engarzada de las lágrimas.
Aquella que ha extendido su pelo sobre el árbol
que florece en otoño, la que es dócil
a las insinuaciones de sus hojas.
La mujer cuyas manos son las manos de un niño.
La que es visible ahora en el silencio,
la que ofrece sus ojos
al animal oscuro que mira mansamente.
La que ha estado conmigo en el principio,
la mujer que ha trazado
la forma de las cosas con el agua que oculta.
EL ESPÍRITU DE LA POESÍA
Ésta es sólo una lluvia destinada a los árboles,
un paisaje que crece
sobre el espíritu de los iconos.
Hablo de la memoria, de una mirada íntima,
o de la confluencia de dos formas distintas de materia.
Hablo de esta palabra
que ha de ser concebida tan sólo como el ruido
que divide a la noche en sus dos gatos siameses.
Basilio Sánchez
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