domingo, 29 de enero de 2012

Después del incendio



Gregory Crewdson



El jardín neuronal fue repentinamente iluminado por un estallido de alfileres. Después se oscureció humeante, sin dejar de temblar.
Después.
Las ropas desceñidas.
Fue sólo cuestión de un chispazo, una descarga eléctrica y la repentina floración de durísimos cristales de sal sobre la lengua. Sed.
Después la resistencia, el empeño de refugiarme en lo cerrado, en especial porque el lenguaje me desfonda.
Los cabellos destrenzados.
Qué hay detrás de mi frente: UN BOSQUE DESPUÉS DEL INCENDIO.
Acaso algo se mueve todavía por ahí, hormiguea la vida diminuta de las cenizas, algo sucede en los huecos ocultos de los árboles. Todo eso bulle en lo más alto de mi pensamiento. Me enciende los dedos.
La niña descalza.
Ah ella. Cómo me enerva, con su cara sucia y las rodillas magulladas. Pero sobre todo por su risa. Entra y sale de la casa como un pájaro: por las ventanas, por la chimenea, por los tragaluces.
Yo vivo dentro de un horno, hace muchos años.
(Alguien pronuncia bajito el nombre de mi hermano amado: Franz. Toda esa ternura perdida me riega las mejillas).

Tengo tanta hambre.



miércoles, 25 de enero de 2012

Lo fatal

Conrad Roset




Entre enfermedades y catástrofes
entre torres turbias y sangre entre los labios
así te veo así te encuentro
mi pequeña paloma desguarnecida
entre embarcaciones con los párpados entornados
entre nieve y relámpago
con tus brazos de muñeca y tus muslos de maleza
entre diputaciones y farmacias
irradiando besos de la frente
con tu pequeña voz envuelta en un pañuelo
con tu vientre de hostia transparente
entre esquinas y anuncios depresivos
entre obispos
con tus rodillas de amapola pálida
así te encuentro y te reconozco
entre todas las catástrofes y escuelas
asiéndome el borde del alma con tus dedos de humo
acompañando mis desastres incorruptibles
paloma desguarnecida
juventud cabalgando entre las ramas
entre embarcaciones y muelles desolados
última juventud del mundo
telegrama planchado por la aurora
por los siglos de los siglos
así te veo así te encuentro
y pierdo cada noche caída entre alambradas
irradiando aviones en el radar de tu corazón
campana azul del cielo
desolación del atardecer
así cedes el paso a las muchedumbres
única como una estrella entre cristales
entre enfermedades y catástrofes
así te encuentro en mitad de la muerte
vestida de violeta y pájaro entrevisto
con tu distraído pie
descendiendo las gradas de mis versos.





Blas de Otero

sábado, 14 de enero de 2012

Díptico de la espera



1.        Lo sé, amada: ahora se me cae el pelo por mi vida salvaje,
y me tumbo en las piedras. Me veis beber el aguardiente más
barato, y camino desnudo al viento.

2. Pero hubo un tiempo, amada, en que fui puro.

BERTOLT  BRECHT


La violencia que el vacío engendra en mí. Horas y horas burdamente enhebradas, mal cosidas a mi espalda con un hilo tosco, negro, reseco. Cómo esconder la grotesca cicatriz de la distancia. Es en esos días, regidos por constelación del Alejado, cuando el silencio crece apremiante en el interior de mis arterias, de mi tráquea, de mi caja torácica, como una planta carnívora que devora ferozmente el muro de la serenidad.


Margaret Durrow


Durante las mañanas soy un hermoso animal. Soy la casa vacía, llena de un sol muy cruel, y soy también el rabioso animal que la habita, desnuda y desnombrada, con las pupilas cercenadas por la maldad de la luz. En esos días el pelo me cae por la cara, me encierro en mis habitaciones, el deseo estalla contra las paredes y como apresuradamente con las manos, borracha y ávida, lloro hasta que me duelen las uñas y me quedo dormida en el suelo, tan sucia, casi ronca ya de rugir por las esquinas. Se me transparenta el cuerpo entero, desde los pies deshechos de correr a trompicones por el laberinto humo, marcada siempre con el estigma de la pérdida.



Dino Valls



La noche es el libro de la crueldad. Llego siempre a la cama con los dedos manchados de triturar amapolas. Hay un espejo al fondo del pasillo que me devuelve el reflejo de mi imagen caminando en la oscuridad de la casa. Es entonces cuando ellos consiguen rebosar mis ojos y salir. Enfermos, mutilados, heridos, diseccionados. Los hijos de Dino Valls. Mis hermanos de lamentos y espinas. Tienden sus palmas abrasadas.
Quieren mis dientes, estrellas duras, blancas y rojas, dentro de un cofre lacado.
Quieren mi palabra, esa flor de aristas.
No dicen nada pero miran. Los calcinados. Los poseídos. Los deformes. Las plagas vivientes que se escapan de mis ojos y me contemplan desde su jardín de suplicios al otro lado del espejo.


viernes, 13 de enero de 2012

Comer luz

Hokusai




Relumbrante a la luz del sol
mi comida:
arroz hervido sin más.


Taneda Santôka

jueves, 5 de enero de 2012

Cefalea

Blue and grey, Mark Rothko



Jadeante con la voz
quebrada
tras el estallido de las cuerdas vocales
y el rojo agudo tapizando la garganta
toda la intensidad sin forma el inconmensurable
peso
de una estrella muerta
la azul condensación del
fuego esa durísima aguja
en mi frente
presionando

hasta convertir el grito en
aterida blancura
pasta de silencio
sueño