domingo, 30 de octubre de 2011

No decir


El árbol rojo, Rocío Pinín





“No leer, no sufrir, no escribir,
no pagar cuentas”
GIL DE BIEDMA

Quietud de luz igual
cada día cada labio cada paso
me olvido del lenguaje
estanque donde peces muertos levitan
unto de nieve los espacios vacíos
que se me duerma la lengua
entre cristales
que mis abrasadas pupilas devoren
todo
no decir ocultar
eso que supe:
que andabas por las calles como un
antílope empapado
como una epifanía intraducible
buscando

pero en alguna esquina
alguien cose tu voz a mi garganta
raspan fuerte tus palabras inaudibles
ocultadlas
que no salgan
escribir es
este inútil forcejeo conmigo
basta
es no decir esconder las palabras
bajo otras cosas contenerlas desviarlas
no dejarlas nunca tocar el centro
donde yo tan despojada


***

la habitación apenas tenue entre los grises
interrogantes
duermo sola atravesada
en un nudo de vientos y
tus ojos lejos vedados
agrietan siempre el hielo duro
del tibio animal que duerme
entre rasguños

incuba en mi cuerpo tu silencio

justo entonces
-el vientre rebosando flores de miseria-

brota

en el centro de mi ombligo
el tallo de un árbol rojo

sábado, 29 de octubre de 2011

La mensajera


Masao Yamamoto




¿Qué habrá querido contarme la mielera
con su zumbido?

Dio tres vueltas en torno mío
y luego se extravió entre sus propios élitros

Su miel inaudible

Su oscuro evangelio



Rómulo Bustos, Sacrifiales

domingo, 16 de octubre de 2011

Húmeda miel

White explosion, Matt Demon Lord.



Dame la miel humedecida,
desea mis palabras,
aduéñate, salmodia de la lluvia,

de mí.




Jeannette L. Clariond, Todo antes de la noche

sábado, 8 de octubre de 2011

Desembocadura




y ella, la dentrodemí, me dijo:

Escribe, porque has descendido hasta el sur como una lengua de agua, y cargas exhausta toneladas de sedimentos, arenas, débiles flores pudriéndose, ramas quebradas, nidos caídos de los árboles
Escribe, desata las voces que guardas y extrae las palabras que se esconden en los relucientes insectos, en las crisálidas ocultas, en sus leves aleteos
Pez austral
Tiéndete al sol y permanece así uniéndote a la sal del mar, olvida la indecisión de las orillas, y que hierva en ti la luz de agosto, con todos sus murmullos, sus hierbas y cristales, como un fango pálido y fértil donde burbujean las palabras
Muñeca de líquenes
Déjate yacer en el temblor propicio al canto pero rehúye el sacrificio al dios solar, el enorme pájaro ciego con plumas de bronce y ojos de zafiro, el devorador de alientos
Saquea los días y los cuerpos extraviados, entrega al dios sus cálidas entrañas para conservar las tuyas, no temas vender tus cabellos a los hombres, la resistencia de tus huesos, embáucalos en el sándalo de tus jadeos pero presérvate aislada, esconde el cofre de tu sangre, tu oscura joya en llamas
Libélula mojada
Desentierra el corazón vigilante del amado, sacúdelo como si fuera tuyo, apriétalo entre las manos y ocúltalo bajo tus siete ánimas, para que sus pulsaciones no se transparenten por tus venas ni su linfa resplandezca en la calma de la noche
Abeja de oro
Escribe y trenza las palabras como nudos de flores y de juncos, para que nada entre, para recluirte en la frágil morada del lenguaje y que las palabras no sean sino aljibe o copa que te guarda, que esconde  tu apenas cuerpo y tus músculos de miedo y tu
Desgarradura.


[Fotografía: Rita]

sábado, 1 de octubre de 2011

La maraña interior

Friedensreich Hundertwasser, Der grosse weg.




Elegía tercera (fragmento)

Él, el nuevo y medroso, cuán enredado estaba
en las cada vez más arraigadas lianas de su acontecer interior,
entrelazadas según los arquetipos, una vegetación exuberante,
acosadora como el mundo animal. ¡Cómo se abandonaba!
Amaba. Amaba su intimidad, su maraña interior,
esa selva ancestral que había en él, sobre cuyo mudo derrumbamiento
se alzaba, de un verde luminoso, su propio corazón. Amaba. 

R. M. Rilke 

(traducción de Jenaro Talens)