domingo, 31 de julio de 2011

En el ascensor



Encuentro en el ascensor

Entramos en la cabina y estábamos allí solos los dos.
Nos miramos sin hacer otra cosa.
Dos vidas, un instante, la plenitud, la felicidad...
En el quinto piso ella bajó y yo, que continuaba,
comprendí que nunca más la vería,
que era un encuentro de una vez para siempre
y que aunque la hubiera seguido lo habría hecho como un muerto,
y que si ella se hubiera vuelto hacia mí
sólo hubiera podido hacerlo desde el otro mundo.

Vladímir Holan

(versión de Clara Janés)



jueves, 21 de julio de 2011

Lejos




Este beso en tus labios como una lenta espina
V. ALEIXANDRE.


Dónde estás
ahora
no ves
que de mis sueños
un pez de menta
transparente
tallado en el dolor

CAE.


La entraña gime dulce
tanta miel
sin ti
cristales de azúcar
en mi sangre
como bocas o jazmines

CORTAN.


Perdida
en lo que no tengo

-mi lenta espina-
-mi sendero tortuoso-

ANOCHEZCO.


[Imagen: Twitering machine, Paul Klee]

miércoles, 13 de julio de 2011

Señora de la Apacible Ronda



7.

Alabanza de mi noche blanca,
supresión de los abismos de mi corazón,
aniquiladora de mis momentos atroces.
Benditas tu caricia y tu palabra, Señora de la Apacible Ronda,
muchacha mía que detesta llorar por la mañana,
muchacha que habla a solas por la casa y ríe.
Ola frágil, bajo mi cuerpo ardiente tu cuerpo mío se calcina en un delirio de luz
y entonces somos una sola sustancia.
Flor de mis jadeos y mis éxtasis, tú, la callada, con tu mano en mi pecho
diciéndome la claridad calladamente,
permitiéndole al tiempo transcurrir sobre nosotros sin rozarnos,
nosotros, juntos, los eternos.


Darío Jaramillo Agudelo


[Imagen: Rose, John William Waterhouse]

jueves, 7 de julio de 2011

Fragmento de una carta destruida


(...)

Pero tú qué suerte de pantera nacida del trueno, zarandeándome con tu risa, ese alud estruendoso y puro.
Y sin embargo, cuando dormías, tu sueño hacía temblar a los tréboles.
Si sigo escribiendo sobre ti, me quemaré la voz, la lengua.
Si te dejaras ver en el silencio, entre sus altos muros blancos oscurecidos por la música. Aunque hable de tiburones, de semillas doradas, del ave fénix, de la tundra o de la entraña de la noche, solamente hablo de ti.

sábado, 2 de julio de 2011

Fragmento de un diario en vela




Tras las discusiones y los gritos, la efímera niña a la que guardo saldrá a caminar por el jardín, tal vez con la remota idea de huir con su maleta de piel de leopardo. Pequeña ilusa que no sabe que el veneno reposa dentro de sus pupilas, ni que las palabras nacidas del espejismo la perseguirán haciendo de cada día un ritual de cenizas. Sin embargo, la pubescente niña deseará al hombre de mirada fría y venas de tormenta, deseará pasar la mano por la sombra estrecha de su rostro y volverle conjunción estelar entre sus piernas.

[La desconocida que arde en la hoguera tantos siglos atrás todavía se aparece en mi memoria, trazando caminos que vinculan lejanos instantes en un dolor con alas translúcidas, en el vértigo que me posee cuando me lanzo a recorrer las calles una y otra vez pero no son calles sino selvas lujuriosísimas, hogar de libélulas agitadas y rumor de pies descalzos en la hierba. La niña duerme, en alguna habitación que sólo yo recuerdo al despertar, sueña que el otro le entrega una manzana dorada y tersa]

El otro pasaba los dedos por los tobillos de la ausente niña, y le acariciaba los pies mientras dormía. A pesar de todo ella tenía la necesidad de respirarlo y entreabrir la boca, por lo que continuamente esperaba que él pronunciase en su oído los nombres de todos los árboles, y el olor de sus raíces secretas y el de la ternura de cada infantil brote. Aún en sueños, casi se venía de imaginar la savia verde mojándole los labios mientras el otro mantenía el cuerpo en vilo y el rostro elevado, aguardando el momento preciso de clavarla en la tierra.


[Imagen: B. Berenika]